Rápidamente

sábado, 20 de junio de 2009


Venía a limpiar a casa de mis papás tres días a la semana... alta, morena y muy explosiva. Mis noches empezaban cuando, estando solo en la cama, me masturbaba varias veces pensando en ella. Me despertaba en medio de la noche y me masturbaba con ella y por la mañana, al despertar, mi primer pensamiento era Mari... cogía mi polla y fuertemente comenzaba a masturbarme hasta que salía toda la leche. Rápidamente me iba a la ducha y, mientras que el agua caía sobre mi desnuda piel, ella volvía a mi cabeza y yo a mi tarea... era realmente delicioso.

Ella tenía mi edad, así que cuando llegaba a mi casa, hablábamos y nos reíamos de nuestras cosas... era fácil conectar con ella. Pero nunca le dije nada de mi obsesión... en el fondo me daba mucha vergüenza que supiera nada de mis cosillas, que me dijera algo que no quería oír. Se casó y yo también lo hice.

Un día, pasados ya 25 años, coincidí cuando estaba en casa de mamá. Al abrirme la puerta, vi a una chica de 45 años... preciosa. Nos abrazamos tiernamente... no queríamos separarnos. Volvimos a hablar de nuestros años pasados... reíamos... se cruzaban miradas cómplices. Pasado un buen rato, le tomé su mano, le miré dulcemente a los ojos y le dije... Mari, necesito hablar contigo... tenemos que quedar. Claro que sí... me dijo... además acabo de separarme y yo también lo necesito. Al cabo de unas semanas, la llamé y quedamos en su casa. Al entrar, de nuevo le di un fortísimo abrazo y volvimos a charlar... esta vez sin los nervios de estar en casa de mis papás... sin tener ningún testigo. Nada impedía dar rienda suelta a nuestros sentimientos. Y así, con el paso de la tarde, nos íbamos contando los problemas de nuestros fracasados matrimonios hasta que llegado el momento, nos quedamos callados, frente a frente, nos cogimos de las manos y sellamos nuestros labios en un infinito beso. Sin despegarlos, la fui desnudando muy nervioso... se estaba empezando a cumplir mi gran sueño de la adolescencia.

Solo quedaba por quitarle las bragas y los calcetines. Quité estos últimos quedando al descubierto unos hermosísimos pies que, evidentemente, lamí, besé y mordisqueé con gran furor... pasando la lengua por cada uno de sus dedos, metiéndomelos en la boca. Era un éxtasis poder besar sus plantas después de tantos años mientras oía los gritos de placer de la diosa que tanto había idolatrado. Mari, también nerviosa, me desnudó y cuando bajo mis calzoncillos atrapó con su boca mi polla que ya estaba empezando a echar leche haciéndome una adorable mamada... delicadamente. Se quitó las bragas y puso su peludo coño encima de mi boca...
chúpame... así, así... quiero tu lengua dentro de mi sexo.
Le hice una gran chupada... se corrió... noté sus fluidos en mi boca. De pronto, y con la excitación del momento, separé sus glúteos dejando su ano a la vista. Comencé a acariciarlo con la lengua suavemente, pero los jadeos de Mari provocaron más excitación en mi... y le metí esta lo más profundamente que pude en su ya dilatado agujero...
siiiiiiiiiiii, por favor... gritaba mi diosa... cómelo... no puedo más Mari... me voy a correr...
se agachó y de nuevo metió mi polla en su boca que, empezando a dar fuertes sacudidas, inundó esta mientras mi lengua seguía, en un continuo movimiento de mete-saca, obteniendo sustancia y dándole a Mari todo el placer que me pedía a gritos.

Toda aquella gran aventura acabó cuando ella se puso sobre mi polla, aun dura, introduciéndola en su coño... moviendo su cintura adelante y atrás, cada vez más de prisa hasta que, dando un enorme grito los dos, nos volvimos a correr. Ella se quitó y se quedó frente a mí sin decir una sola palabra...
sabes Mari... toda mi vida te he estado idolatrando... a solas... pero creo que a merecido la pena... eres una verdadera diosa y yo siempre voy a tenerte... esta vez no te voy a dejar escapar...

Ni yo a ti... mi amor.

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