Frente a frente

Elena y yo nos conocimos en un chat… durante muchas semanas nos estuvimos pasando información de cómo era cada una y lo que queríamos en nuestra vida. Las dos éramos separadas y, una de las cosas que más afianzó aquella relación fue la posibilidad que teníamos de llegar un día a conocernos físicamente ya que vivimos en la misma ciudad.

Habíamos intimado tanto y nos habíamos contado tantos “chismes” de nuestras pasadas relaciones que llegamos a tener cierta complicidad. Yo, que de las dos era la más nerviosa, quise quedar. Me parecía que había llegado el momento, así que se lo comenté a Elenita, le pareció correcto y quedamos en el casino para esa cita.

Como nos habíamos visto a través de la webcam, en el momento que aparecimos una a cada lado del inmenso hall, nos reconocimos. Pronto salí en busca de mi amiga que permanecía quieta. Fueron unos largos metros sorteando a la gente con la mirada fija en aquellos bellos ojos verdes que me atraían como si de dos imanes se tratase.

Al fin… llegué y nos abrazamos… por un momento perdimos el conocimiento del lugar. Al rato, entre risas cómplices, nos metimos en el restaurante y nos sentamos frente a frente. Ya después del postre, me acerqué a Elena y en voz baja le dije

_ Me voy al baño, no tardo… te tengo que dar una sorpresa.

Al regresar, antes de sentarme, al pasar por su lado abrí el minúsculo bolso, Elena lo miró y me senté de nuevo frente a ella.

_ Ya ves… me molestaba.

_ Creo que voy a ir yo también al baño…

Cuando volvió al comedor, se puso a mi lado y me abrió los dos bolsillos delanteros del pantalón.

_ Pues fíjate que a mí también me fastidiaban…

Las dos volvimos a perder el sentido de nuestro entorno.

Elena me pasó sus bragas aún calientes por debajo de la mesa y yo hice lo mismo con mi tanga… éste muy húmedo.

Había surgido algo más que la simple complicidad del chat.

Y ahora qué…