Hola cielo, desde aquel día que te vi tumbada en la playa, no hago otra cosa que volverme loco pensando en ese cuerpo delicioso, de piel tersa y oscurecida por los rayos de sol.
Aquellos ojos negros, brillantes y llenos de alegría.
Intentaba disimular cuando estabas a escasos centímetros pero me fue imposible
Lo único que pude desarrollar es la técnica del camaleón que se adapta ante las distintas situaciones. Así pasaba, cerrabas los ojos y cuando los abrías no me podías ver.
Era unos granos de arena gris echado a tu lado. De aquella manera te podía examinar y contemplar como todo cuerpo se iba transformando al ser acariciado por la brisa cuando te dabas la vuelta. Lo adoraba… lo idolatraba.
¿Una postura cobarde?
Puede… pero resultó hermosa.
Y eficaz… nunca pude estar más cerca de sus dulces pies mas que en aquella playa.
No hay comentarios: